Para Que el Yoga Sea Realmente Accesible, Hay Que Enseñarlo en Español

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Milly Feliz se sentía abrumada. Era un miércoles por la noche y las canciones de bachata se mezclaban con las risas en las calles de su barrio de Washington Heights, en Nueva York. Sin embargo, los hombros de Milly estaban tensos y su mente acelerada después de un largo día cuidando a niños pequeños y bebés en la guardería que dirige con su hija. “Estaba muy estresada,” explicó.

Esa noche, Feliz decidió hacer yoga por primera vez. Siguiendo la recomendación de su amiga, caminó hasta una iglesia local y se dirigió al sótano, que había sido transformado en un estudio de yoga improvisado, con una trascendente luz púrpura y velas LED parpadeantes entre las colchonetas, los bloques y las mantas.

Rosanna Rodríguez, fundadora de Yogiando NYC, le dio la bienvenida a Feliz y a los demás estudiantes mientras se acomodaban en las colchonetas. Durante los siguientes 90 minutos, Rodríguez guió al grupo de 25 estudiantes a través de ejercicios de respiración, yin yoga y yoga nidra, traduciendo cada indicación tanto al inglés como al español. Cuando Feliz y otros estudiantes nuevos no entendían qué hacer en una postura, Rodríguez les guiaba con calma. “No juzgamos aquí,” les recordaba.

Cuando terminó la clase, Feliz ya sabía que iba a volver. “Me estoy sintiendo relajada y tranquila. Sí lo refería a alguien más, le diría que venga,” explicó.

Yogiando NYC es una de las pocas iniciativas de yoga bilingüe en Nueva York. Aunque las clases de yoga en español siguen siendo escasas en todo Estados Unidos, profesores como Rodríguez esperan que algún día sean accesibles a todo el mundo.

Yoga Journal entrevistó a docenas de practicantes y profesores de yoga hispanohablantes de todo el país. Una y otra vez, los estudiantes explicaron que poder acceder a clases de yoga en su lengua materna había sido fundamental para su salud mental y física.

(Photo: Digital Bodega | Yogiando NYC)

Por qué son necesarias las clases de yoga en español

Rodríguez quería crear un espacio acogedor para los estudiantes que podrían sentirse intimidados por el ritmo acelerado, la actividad física, la jerga y el precio elevado de otros centros de yoga. “¿Qué pasa con las cuidadoras de niños, las asistentas a domicilio o los camareros de los restaurantes dominicanos?” “¿Qué pasa con la gente que no puede permitirse una clase de 30 dólares? Ese fue mi enfoque.”

En Estados Unidos, los hispanos tienen más probabilidades de padecer obesidad, diabetes e hipertensión que la población general en Estados Unidos, en muchos casos debido a la falta de recursos y a la discriminación en el sector sanitario. La salud mental también tiende a no tratarse con más frecuencia en los pacientes hispanos debido al estigma, las barreras lingüísticas y la falta de cobertura del seguro médico. Éstas son condiciones que el yoga puede ayudar a tratar.

“¿No tenemos todos derecho al bienestar?,” dice Rodríguez, hablando en nombre de los 65 millones de personas que se identifican como hispanas en Estados Unidos. “¿No deberíamos tener todos acceso a una práctica como el yoga?.”

Sin clases bilingües, dijeron varios estudiantes hispanohablantes a Yoga Journal, es posible que no se hubieran sentido cómodos probando el yoga. Varios estudiantes de Yogiando NYC contaron a Yoga Journal cómo el yoga en español había impactado sus vidas.

Sulina Vinicio dijo que había tenido problemas para dormir y “crisis nerviosas” durante años. Explicó que la medicación no le ayudaba, pero que asistir a yoga le ayudó a poner fin a sus problemas. “El yoga quitó todo eso,” dijo. Lleva casi una década asistiendo de manera consistente a clases en español.

Je’Jae Mizrahi solía viajar una hora y media de ida y vuelta para asistir a las clases de yoga bilingües. “Era así de poderoso,” explica Mizrahi, que considera que las clases acogen a grupos que podrían sentirse excluidos de los centros de yoga más convencionales. “Aquí hay gente queer, trans, inmigrantes, abuelas,” dijo Mizrahi.

Una amiga trajo a Jessica García a clase de yoga por primera vez. Para ella, como para muchos otros estudiantes, rápidamente se convirtió en más que un beneficio físico. “Siento que conecto con mi lengua, con mis raíces, con mi lugar de origen,” dice.

Cynthia Rubiera, alumna de Yogiando NYC, sugirió que los círculos sociales creados a través de las clases de yoga pueden ser un lugar donde ser vulnerable y sentirse menos aislada. “Gran parte de nuestra cultura consiste en mantener nuestros problemas privados,” dijo. “Pero una vez que hablas con personas de ideas afines, se empieza a formar una comunidad.”

Mantener accesible el yoga en español

En una industria en la que las membresías mensuales de los centros pueden costar hasta 300 dólares al mes, la mayoría de los profesores de yoga en español entrevistados por Yoga Journal priorizan las clases gratuitas o basadas en donaciones. Las clases de Yogiando NYC, por ejemplo, son gratuitas gracias a una subvención de la Corporación para el Desarrollo de la Mujer Dominicana.

Muchos profesores de yoga bilingües consiguen subvenciones de organizaciones sin ánimo de lucro, fundaciones, agencias municipales, empresas e iniciativas sanitarias para que sus clases sean asequibles. Noemí Núñez, profesora en Colorado, dirije clases bilingües estacionales en los Jardínes Botánicos de Denver. Gracias a subvenciones y colaboraciones, en ocasiones proporciona gratuitamente colchonetas, instrucción, transporte de ida y vuelta a clase y guardería.

Al ofrecer estas opciones, Núñez ha acogido a diversos grupos de estudiantes en sus clases. “Hay gente con pantalones de yoga Lululemon que ya es socia de los Jardines Botánicos, y gente para la que es la primera vez moviéndose de esta forma consciente,” explicó, añadiendo que a veces varias generaciones de la misma familia asisten juntas a clase.

Núñez afirma que las reacciones de los nuevos alumnos son unánimemente las mismas. “Esto me cambia la vida. ¿Dónde estaba esto toda mi vida?”

Estudiante de yoga reflexionando sobre la práctica.
(Photo: Digital Bodega | Yogiando NYC)

Superar los primeros obstáculos

Lourdes Silva, profesora de yoga en español en Phoenix (Arizona), advirtió que no sólo existen barreras económicas para el yoga, sino también barreras culturales. Cuando empezó a practicar yoga, su familia católica se horrorizó. “Te vas a ir al infierno. Estamos rezando por ti Vamos a rezar por ti,” dice Silva, recordando las advertencias que le hicieron sus parientes. Ahora, se toma su tiempo para aclarar al principio de sus clases que el yoga no entra en conflicto con el catolicismo ni con otras formas de cristianismo.

Judi Checo, profesora bilingüe de yoga en Nueva York, también ha adaptado sus clases para que los alumnos preocupados por las contradicciones religiosas se sientan bienvenidos. Por ejemplo, puede omitir el canto de «om» en función de las preocupaciones de sus alumnos.

Ir a una clase de yoga por primera vez puede intimidar a cualquiera. No saber de antemano hasta el más mínimo detalle –¿dónde pongo los zapatos? ¿Cómo pago por la clase? ¿Y si todos los demás son diez veces más flexibles que yo? ¿Qué diablos son los brazos de Cara de Vaca?– puede disuadir a muchos estudiantes nuevos de entrar en un estudio. Para los que no dominan el inglés, el factor de intimidación puede multiplicarse debido al desafío de comunicación prevista.

Checo pone especial cuidado en dar la bienvenida a los hispanohablantes, sobre todo a quienes son nuevos en el yoga, y les ayuda a instalarse. A través de su canal de instagram, Projecto Prana, también hace accesible el yoga para aquellos que no pueden salir de casa impartiendo clases en directo en español.

Las barreras de enseñar yoga en español

Mientras buscaba clases de yoga en español en Nueva York para escribir este artículo, me resultó sorprendentemente difícil encontrar alguna. Varias veces me presenté a clases anunciadas como bilingües sólo para descubrir que en realidad eran en inglés. Otras veces, el centro al que llegué estaba cerrado o permanentemente cerrado. A veces me dijeron que el centro solía ofrecer clases en español, pero que las habían retirado de la programación por falta de profesores, estudiantes o dinero.

Yoga Agora está situado en Queens, un barrio de Nueva York donde aproximadamente uno de cada cuatro hogares habla español en casa. El centro comenzó a ofrecer clases en español en 2018 después de que los estudiantes comenzaran a preguntar al respecto. Nick Gómez, profesor de yoga originario de Colombia, nunca había dado clases en español pero, motivado por sus alumnos, decidió intentarlo.

“Somos una ONG de base,” dijo Gómez. “Nos dedicamos a construir la comunidad y a ofrecer lo que [ésta] necesite.” Empezó a dar clases semanales en español a las que asistían una mezcla de residentes de edad avanzada, inmigrantes de Centroamérica y Sudamérica y angloparlantes nativos que querían aprender español. La asistencia era consistentemente buena.

Después vino lo del el COVID. Como muchos estudios se vieron obligados a cerrar definitivamente, Yoga Agora suspendió las clases presenciales. Cuando volvieron a abrir, no incluyeron las clases de español en el programa.

Otros estudios han tenido problemas de asistencia y rentabilidad. Cuando Rodríguez comenzó Yogiando NYC en 2017, solo un estudiante se presentó a su clase. Pero gracias a una combinación de apoyo de subvenciones y su determinación, siguió enseñando. Con el tiempo, tres estudiantes se presentaron regularmente, luego diez, y más tarde quince. Ahora tiene unos veinte alumnos regulares, muchos de los cuales llevan años practicando con ella.

“Paso a paso,” dice Rodríguez. Tras años de crecimiento lento pero constante, añadió otra clase a su programa. Espera abrir un estudio en Washington Heights para atender a la comunidad hispanohablante.

Instructora de yoga conectando con sus estudiantes
(Photo: Digital Bodega | Yogiando NYC)

Además, hay otros retos pedagógicos. ¿Cómo se dice “estocada,” por ejemplo? (Algunos profesores lo dicen en inglés, mientras que otros recurren al sánscrito, indicando Anjaneyasana). ¿Enseñar sólo en español o en formato bilingüe?¿Traducir cada indicación a los dos idiomas o utilizar el inglés por un lado y el español por otro?

Plataformas como Yogis Unidos, una comunidad de profesores y estudiantes de yoga latinos, dedican un espacio a debatir estas y otras cuestiones. Su fundadora, Stephanie Acosta, también ofrece becas para la formación de profesores y pone en contacto a profesores latinos con centros de yoga a través de la plataforma. “Necesitamos encontrar más de nosotros,” dijo Acosta. “Necesitamos unirnos.”

La mayoría de los profesores coinciden en que si estás considerando integrar una clase en español en tu enseñanza, lo más importante es empezar.

“Dar el salto,” dice Checo. “Sumérgete y dalo todo. Ha sido increíblemente gratificante a nivel personal, ya sea una clase pequeña o una enorme, y la gente que viene queda realmente impactada.”

Una clase de estudiantes de yoga acostados en sus colchonetas en Savasana.
(Photo: Digital Bodega | Yogiando NYC)

Mirando hacia adelante

A pesar de los obstáculos, el movimiento del yoga en español sigue afianzándose en todo el país. Eventualmente, algunos alumnos de clases de yoga en español continúan hasta convertirse ellos mismos en profesores bilingües.

Manuel Manjarrez, cirujano maxilofacial que asistió a la formación de profesores de yoga en español de Silva, no sabía absolutamente nada de esta práctica cuando empezó. “Jamás en mi vida me he subido a una tapeta de yoga,” dijo.

Pero como el ambiente en la sala era amable y acogedor y todo el mundo hablaba su idioma, se quedó. Poco a poco, sintió que había encontrado un propósito. Manjarrez es ahora un profesor certificado. “A medida que avanzaba en la formación, empecé a sentir la responsabilidad de llevar este mensaje del yoga a la gente,” dice.

Y este mensaje -en español- se está escuchando en todo el país. Desde 2002, Bryant Park, en Nueva York, acoge una serie de clases de yoga gratuitas dos veces por semana durante los veranos. Eran exclusivamente en inglés hasta el mes pasado, cuando Mariana Fernández dirigió su primera clase de yoga en español.

“Durante mucho tiempo, hemos formado parte del tapiz de este país, y ahora podemos movernos a algunos de nuestros ritmos,” dijo Fernández, profesora de yoga bilingüe de Tampico (México), que lanzó contenidos en español para Peloton hace tres años. Practicando con una banda sonora de Ricky Martín, Maná y Carla Morrison, dirigió la clase a través de Saludos al Sol, inversiones y meditación, así como algún que otro movimiento de baile latino.

Algunos de los 400 alumnos que asistieron viajaron durante horas para formar parte de la clase. Mayra Hillgardner y su hija, Génesis Cabrera, condujeron hora y media. Los centros de su barrio no ofrecen clases en español y Fernández es el único instructor que conocían que lo hiciera. Les gustaría que hubiera más ofertas. “Es inspirador escuchar a alguien como Mariana enseñar en su lengua materna,” dice Hillgardner, profesora de español. “Es un impacto tan positivo para la comunidad hispana,”

Después de la clase, Fernández reiteró por qué es tan importante enseñar en español. “El idioma es una forma tan intrínseca de sentirse conectado –las señales, la cadencia, los diferentes acentos, los diferentes ritmos,” dijo. “Especialmente en un mundo tan divisivo, donde las fronteras son aquello que separa, el yoga es uno de los puentes que nos conecta.”

Traducción: Laura Barriga Dávalos



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